
Actualizado el martes, 26 noviembre, 2019
Amsterdam, acceso rápido a sus monumentos
Rembrandt y Van Gogh constituyen dos buenas razones para que los aficionados a las pinacotecas se decidan por esta ciudad del norte de Europa. Después, se encuentran todas las demás: su carácter desenfadado, sus aires tolerantes tanto con la marihuana como con el sexo, y su belleza arquitectónica que se desparrama por todos los edificios de la ciudad.
La urbe holandesa, fría hasta en los meses veraniegos, parece desarrollarse bajo la máxima de “vive y deja vivir” y ese sentimiento es el que inunda el pecho del viajero en cuanto franquea los umbrales de Ámsterdam. Dicha ciudad la forman decenas de islas unidas por centenares de puentes construidos sobre el río Amstel.
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Cómo llegar
Al interesado en conocer a esta “dama” holandesa, se le abren varias opciones. La primera de ellas es el aeropuerto de Schiphol, a 15 kilómetros al sureste de la ciudad. De este aeródromo parten diversos trenes que acercarán al viajero a cualquiera de las principales estaciones de Ámsterdam.
Por supuesto, una de ellas es la Centraal Station que se erige en un monumental puerto de llegada de visitantes, ya que esta urbe constituye una parada típica en la ruta de los mochileros que se lanzan a recorrer Europa con el bono interrail, el cual permite echar un vistazo al viejo continente a un módico precio. Además, el turista puede fondear en el puerto de la ciudad. De hecho, hay un sinfín de cruceros que incluyen a la ciudad en sus itinerarios. Una vez apeados en Ámsterdam, el visitante puede decantarse por arrendar una bici que le permitirá callejear sobre dos ruedas y, de esta manera, confundirse entre la ciudadanía que es muy proclive a emplear este medio de locomoción.
Economía de la ciudad
Los tulipanes de Ámsterdam aromatizan los hogares de medio mundo, puesto que representan un sector clave de su economía que no duda en exportarlos. Sin embargo, el próspero negocio de las flores no es el único que mueve la economía de la ciudad y las finanzas también reciben su porción de mérito en el asunto, pues en Ámsterdam se encuentran establecidas más de setenta entidades financieras. Además, la cervecera Heineken, originaria de la urbe, tiene colocados sus espumosos productos en las estanterías de los supermercados y bares de medio mundo.
Visitas esenciales
La casa de Ana Frank
Esta vivienda relata una triste historia acerca de una niña, llamada Ana Frank, que trató de ocultarse, junto con su familia de origen judío, en una dependencia secreta de su casa y así pasar inadvertidos para el ejército nazi que ocupó la ciudad en 1940. Sin embargo, alguien delató la presencia oculta de esta familia judía y en 1944 los soldados los deportaron y fueron confinados a un campo de concentración. En dicho lugar, la niña acabó falleciendo aquejada por unas fiebres tifoideas. Seguramente, el viajero ya estuviera al tanto de los hechos, y no le pille de nuevas, pues el diario de esa niña fue, finalmente, publicado por su padre y su historia conmocionó al mundo entero. Lo que quizás desconozca el visitante son las señas de la casa: Prinsengracht, 263.
Magna Plaza
Durante del siglo pasado, hasta 1988, debió de ser un placer ir a la Oficina de Correos a recoger un paquete o a enviar una carta, prácticamente un acto envuelto en romanticismo, puesto que el edificio donde se efectuaban estos menesteres era el Magna Plaza: una imponente construcción que reúne elementos góticos y románticos. El mencionado edificio ahora alberga un centro comercial.
Alrededores
Marken
Este pueblo de pescadores se levanta a unos 20 kilómetros de Ámsterdam. Sus peculiares viviendas y el ambiente que lo rodea generan un clima antiguo que excitará, sin duda, la imaginación del turista.
Gastronomía
Una vez seleccionado el restaurante, el comensal, impaciente por hincarle el diente a Ámsterdam, deberá tener en cuenta ciertas premisas a la hora de abordar la carta. Primera, las cervezas de la ciudad poseen una gran calidad. Por lo tanto, viajero, no se circunscriba a lo conocido (Heineken) y arriésguese con las cervezas de nombres impronunciables.
Puede acompañar estos tragos con un sándwich de cebolla y pescado (broodje haring) o unas albóndigas (bitterballen). Aunque el gourmet puede aventurarse con unas patatas al estilo francés con mayonesa (Vlaamse Frites) o unos rollos rellenos de queso, ensalada y salami, coronados con unos huevos fritos y que responden al trabajoso nombre deuitsmijters. No olvide agregar a su maleta unos cuantos quesos holandeses que aunque abultan, y quizás la responsable de su compañía aérea frunza el ceño en cuanto vea que rebasa el peso permitido, saben a gloria.
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